viernes, 5 de abril de 2013

SEPHARAD


El Islan puso de rodillas al cristianismo y al judaísmo en la península Ibérica por cerca de 700 años. Bajo el gobierno musulmán se vivieron períodos de gloria y paz entre las distintas confesiones sin que faltaran las persecuciones contra judíos y cristianos y enfrentamientos entre estos últimos.

La caída de Granada en 1492 y vencidos los reinos musulmanes ibéricos por los Reyes Católicos abriría un nuevo status quo de las relaciones entre judíos y cristianos.  Los judíos quedaban en un relativo suspenso ante la premura de la Corona española por establecer un control sobre los recién conquistados musulmanes andalucíes.  El período de paz no duró mucho.  Los Reyes Católicos esgrimieron una serie de leyes y ordenanzas según las cuales solo los católicos podían habitar los territorios gobernados por ellos.  Henchidos de “caridad cristiana”, otorgaron la oportunidad de la conversión al catolicismo para permanecer en su tierra de nacimiento, conservar su propiedad y la vida.[1] 

“Mozárabes” eran los musulmanes convertidos al catolicismo. Con el tiempo, el catolicismo haría oficial y declararía de su patrimonio a la liturgia católica que, con influencia berebere, se celebra en muchas regiones del sur del España remitiendo a su tradición musulmana.  Del otro lado, los hashkenassis, los sionistas y los otros grupos de judíos del resto de Europa, terminarían por desconocer la herencia de los judíos conversos a los que llaman “sefaradíes”  gentilicio del territorio que habitaron originalmente. “Sepharad” es en hebreo la Hispania latina.  El sefardí es para el judío del este de Europa y de más allá de las fronteras del Pirineo, el pobre, el rechazado, el que no tiene cultura, el sefardí es lo que su apodo nombra, “marrano” entre los otros judíos y cristianos.  El sefaradí es el “marrano” de los cristianos viejos y, en algunos casos, el judío apestado entre judíos y aún hoy desconocidos por su Iglesia de adopción, el catolicismo.[2]

La conversión al catolicismo por la fuerza iniciada en 1391 en España y Portugal, permitió que los judíos rápidamente ascendieran en la escala social de España y Portugal.  La sociedad cristiana no aceptó con beneplácito que los judíos pudieran acceder a mejores categorías sociales y económicas que el resto de la cristiandad.  La sociedad se dividió entonces entre “cristianos viejos” y “cristianos nuevos” los primeros “lindos” y los segundos “marranos”.[3]

El descubrimiento de Colón en 1492 dio cierta esperanza a mozárabes y sefaradíes.  Por un breve período de tiempo tuvieron oportunidad de huir a este Nuevo Mundo que ofrecía las posibilidades de perfeccionar lo que el Viejo había corrompido.  La diáspora, ese éxodo eterno con el que Yahvéh sigue disperdigando a su pueblo hizo que muchos sefardíes se refugiaran en  Francia, Holanda, Inglaterra,  Rusia o Italia resguardados por los poderosísimos señores de la banca o la corte Papal.[4]  Algunos, se ampararon en la oscuridad de los negros bosques del Este de Europa, en el Imperio Turco  o  aventurándose a vivir en Jerusalén, la que les había sido prohibida y arrebatada por el emperador Tito en el siglo I d.C.

La Leyes de Indias tempranamente prohibieron la huida de judíos y judaizantes a las tierras controladas por la Corona Española en 1501 pero se establecieron con mayor fuerza hasta el reinado de Carlos I y Felipe II en 1550.  Muchos criptojudíos cruzaron el Atlántico y se establecieron en América bajo un velo de catolicismo con documentos comprados o, según la tradición de algunos de ellos, dados por el mismísimo Emperador o por el rey Felipe II.[5]

“Dádivas quebrantan peñas” y el pueblo judío de Sepharad tuvo que hacerse experto en ello y sus dádivas quebrantaron tanto al oficial más bajo o al trono.  El eterno éxodo del pueblo elegido había encontrado una nueva “tierra que manaba leche y miel”.


[1] Fernández Alvarez, Manuel, Carlos V El Rey de los Encomenderos, UDESA, Barcelona, 1988
[2] Uchmany, Eva Alexandra, “Los judíos y la Inquisición” en La Inquisición en México, Noemí Quezada, Martha Eugenia Rodríguez y Marcela Suarez editoras, UNAM-IIA-UAM, México, 2000, t. 1 p. 79
[3] Uchmany, Eva Alexandra, “Los judíos y la Inquisición” en La Inquisición en México, Noemí Quezada, Martha Eugenia Rodríguez y Marcela Suarez editoras, UNAM-IIA-UAM, México, 2000, t. 1
[4] Uchmany, p. 85

[5] De la Torre Villar, Ernesto, “La Inquisición” en La Inquisición en México, Noemí Quezada, Martha Eugenia Rodríguez y Marcela Suarez editoras, UNAM-IIA-UAM, México, 2000, t. 1

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